dilluns, 9 d’abril del 2007

TEXTOS II: Sociedad Teosófica; Teilhard de Chardin


EL KARMA: LEY DE ACCION Y REACCION


“La teoría del karma es común a muchas religiones orientales. En su forma popular afirma que hay un sistema de remuneración universal en el cual cada individuo debe experimentar las consecuencias de todas sus acciones [karmas]; las buenas acciones aportarán buenos resultados y las malas acciones resultarán inevitablemente en sufrimiento para el que las hace. La teoría afirma también que las consecuencias de las acciones [conocidas también como karmas] no necesitan necesariamente ser experimentadas en la vida presente, sino que pueden trasladarse a vidas futuras”.
Ramana Maharshi

La palabra sánscrita Karma significa, hablando propiamente, acción, pero es utilizada, en el sentido amplio de Ley de Acción y Reacción. La acción y la reacción no se pueden separar la una de la otra, al igual que el anverso de una medalla no puede disociarse del reverso. Esta ley de Karma es conocida bajo diferentes nombres, por Ej. :
Ley de Retribución ley de reajuste ley cíclica ley de equilibrio ley de causa y efecto ley de compensación ley de causalidad ley de consecuencia ley de las obras y sus frutos, etc.
Esta ley, a la cual nadie escapa y a la que estamos sometidos en cada segundo de nuestra vida, es tan Universal en sus implicaciones que en Oriente se la llama simplemente: La Ley.
Esta ley prescribe que ninguna causa quede sin efecto, sea cual sea el lugar o el instante del Universo en que dicha causa actúe, y ello tanto si se trata de acontecimientos cósmicos como del simple movimiento de los cilios de una pulga.
Pero esta ley también prescribe que la reacción será proporcional a la acción.
A menudo esta ley emana de Dios mismo (guardémonos bien de dar un aspecto antropomórfico a esta fuerza indefinible), este Dios al cual, a menudo se le ha denominado “la Causa Primera”, la causa única; Causa que no puede ser explicada y ante la cual la razón capitula.
“Antes de la realización del Sí mismo hay un Dios personal, Iswara, que controla el destino de cada persona. Es Iswara quien ha ordenado que cada uno debe sufrir las consecuencias de sus acciones y es Iswara quien selecciona las consecuencias de las actividades que cada persona debe padecer en cada vida”.
RamanaMaharshi

Esta ley se ejerce sobre el piano físico y, de una forma más sutil y más difícil de comprender, sobre el plano de las emociones y del pensamiento.
Esta ley afecta al individuo, a la familia, al grupo, a la nación.
Es una ley misteriosa que ajusta sabiamente, equitativamente, cada efecto a su causa.
Esta ley restaura la armonía y el equilibrio y contribuye a la evolución de la conciencia.
Es una ley de justicia, hermana de la ley de amor. No es ni mala, ni buena, en el sentido que damos ordinariamente a estas palabras; ni castiga, ni recompensa.
Cuando nos hemos comportado bien, nos aporta alegría y dicha, y hablamos de buen Karma. En el caso contrario, y a veces para obligarnos a vencer nuestra inercia, esta ley nos hace sufrir, y entonces se habla de mal Karma. Son expresiones un poco ambiguas; más bien deberíamos decir que el Karma es agradable o desagradable.
Si hablamos especialmente de este ul­timo, es porque el problema del sufrimiento nos preocupa más que los demás problemas y tenemos tendencia a considerar el Karma desagradable como injusto e incomprensible, mientras que el Kar­ma agradable parece que se produzca “porque se nos debe” y a menudo no es apreciado en su justo valor.

DEFINICIÓN


Dado que no conocemos en sus detalles -por razones que ya explicaremos- como funciona la ley, es difícil definirla. He aquí, no obstante como la comprendemos:
“Toda acción, toda emoción, todo pensamiento bueno o malo, tiene una reacción inmediata o diferida, colectiva o individual, total o escalonada en el tiempo, y esto en función de las necesidades del Ego y de la lección que nos queda por aprender.
Esta reacción puede ser atenuada o transmutada por otras acciones, otros pensamientos, otras circunstancias, ya que su finalidad es psicológica, educativa y no represiva.”
Todo esto viene a decir que nuestra vida actual es el resultado de un pasado complejo, y que nuestra vida futura será la consecuencia del presente y, también en parte, del pasado. Esto también nos lleva a considerar que el Karma no es rígidamente automático en su forma, ni ciego, si no que es dirigido y dosificado según las necesidades del individuo.
No se ejerce tampoco forzosamente como una réplica de una vida pasada: un acto cometido en una tribu salvaje puede perfectamente bien hallar su reacción en nuestro mundo moderno. Parece que en ningún caso un Karma doloroso ha sido impuesto por instigación de una antigua víctima de la que ahora esta sufriendo, y esto nos asegura la justicia.
Esta ley, nos atreveremos a decir -pero no a demostrar - que es el mismo Dios –esa Causa Primera, ese “lo que sea” en actividad.
Nadie discute que esta ley existe en el piano físico, y hace mucho tiempo que Newton descubrió los principios que la rigen en dicho plano:
1. La ley de Inercia: “Todo cuerpo persevera en un estado de reposo o de movimiento uniforme en línea recta, en el cual se encuentra, a menos que una fuerza actúe sobre él y le obligue a cambiar de estado.”
2.Los principios fundamentales de la dinámica: “Los cambios que se producen en un movimiento son proporcionales a la fuerza motriz, y se hacen se­gún la línea recta según la cual esta fuerza ha sido imprimida.”
3.El principio de la igualdad de la acción y de la reacción: es decir, que “Las ac­ciones de dos cuerpos uno sobre otro serán siempre iguales”.
Para aquellos que pudieran sentirse amedrentados por estas frases, y no pu­dieran captar su sentido a primera vista, intentaremos ser más concretos; para ello, cojamos un objeto simple, por ej. una caja de cerillas. Pronto descubriremos sus características. Su longitud, su anchura, su color, el material de que se compone, su contenido, su posición con relación a la mesa sobre la cual se en­cuentra, en relación al espacio, al mun­do, lo que significa para el hombre, lo que podría significar para una hormiga, la vida que existe en cada una de sus moléculas, etc. etc.
Un hecho nos impresiona: su aparente inmovilidad. Es aquí donde hallamos la ley de inercia de Newton. Si no la tocamos, si nadie la desplaza, esta caja de cerillas se estará, allí donde esté, en la misma posición, durante meses, durante años. Y si consiguiéramos suprimir el efecto de la temperatura, el viento, la humedad, la luz, el polvo -y tantas otras cosas que pueden influenciar a esta caja de cerillas- podríamos incluso imaginar que estaría allí incambiable a nuestros ojos durante siglos y siglos. Si le damos un golpecito, la caja se desplaza ligeramente. Si le damos un golpe violento, se desplaza más rápidamente y es proyectada a una mayor distancia. Después, la inmovilidad se instaura de nuevo.
Así pues: No hay movimiento sin acción anterior, no hay desplazamiento de la caja sin golpecito y la reacción es PROPORCIONAL a la acción: Golpeci­to, -poco movimiento-, golpe fuerte -gran movimiento-.
Estos son los principios fundamentales de la dinámica de Newton, explicados de una forma muy sencilla.
Cuando consideramos el plano físico, todo esto nos parecen verdades como puños, que no pueden ser rebatidas. Pero, desde el momento en que hablamos de emociones, de sentimientos, de pensamientos, dejamos el dominio físico, el dominio de la ciencia en que estábamos hasta aquí, para entrar en el domi­nio más movedizo, más sutil, más incomprensible, más controvertido también, de la psicología y de la metafísica.
El sabio (físico, biólogo, médico) que no puede tocar, medir, pesar, los pensamientos y las emociones, solo se aventura en este terreno —cuando lo hace— con infinitas precauciones. No puede negar la existencia de los estados del alma, ni las magnificas y complejas teorías de la matemática y otras nociones abstractas; no obs­tante, su formación no le permite ir más allá de lo que es palpable. Impotente, se calla, no escondiendo a veces su menosprecio respecto al buscador que cree en los mundos sutiles y en la existencia en nosotros de una “chispa” divina que perdura después de la muerte. Los pensa­mientos, las emociones y los actos, se suceden rápidamente, se imbrican, se superponen unos a otros, se contradicen a veces, y con esto la perplejidad del científico no hace más que aumentar. No se trata de un simple hilito de lana, sino de una enorme madeja que se empezó a “embrollar” hace millares de años.
Los conceptos de belleza, de bondad, no están sometidos a las leyes físicas que conocemos. Queramos o no, entramos, al tratar estos problemas, en el dominio de la fe y debemos reconocerlo con toda honestidad. Sobre todo debemos tener el espíritu despierto para no estar condicionados y para no extorsionar la lógica.
En el mismo orden de ideas, no sabemos exactamente como funciona el Karma. Lo presentimos a veces, pero el “modus operandi” se nos escapa, aunque intuitivamente sepamos que estamos con la Verdad.
Uno puede preguntarse por que ningún libro sagrado, incluso los más antiguos de la India, o de otras partes, ni ningún instructor, por iluminado que sea, jamás ha desvelado las reglas que determinan la reacción a largo plazo de nuestro comportamiento. Una respuesta nos parece lógica. Admitamos por un instante que supiéramos con precisión, en nuestro actual estado - en el que la sabiduría no es nuestra virtud dominante-, cual será la reacción de cada uno de nuestros actos. En este caso, nuestro conocimiento nos permitiría conocer el porvenir. Dada nuestra falta de sabiduría, no desarrollaríamos las experiencias que deberíamos realizar, y vendríamos a convertirnos en unos robots. Desarrollaría­mos una especie de cibernética, pero no haríamos evolucionar nuestra conciencia, la cual no toma amplitud, no toma consistencia, no adquiere peso, más que cuando realizamos experiencias.
Así pues, una vez más se observa que aquello que denominamos, sin saber bien de que se trata, la Sabiduría Divina, está realmente compuesta por aquella omnisciencia, omnipresencia, omnipotencia, de la que se habla en las religiones.
Pensando en esto, no podemos más que hacer un paralelo con el sufrimiento que nos parece a menudo tan injusto y que, no obstante, nos informa de que algo no funciona y debe ser reajustado en nues­tro cuerpo o en nuestra mente. Imaginad por un instante que este sufrimiento no existe y que pusiéramos la mano en un hierro al rojo vivo. Nuestra mano quedaría calcinada sin que nos diésemos cuenta de ello. Pensemos en esto cada vez que estemos tentados a maldecir a este creador que no nos ha dado más que la felicidad.


“Todo acto debe tener sus consecuencias. Si algo le sale al paso en razón del prarabdha, usted no puede impedirlo. Si usted toma lo que viene, sin ningún apego especial, y sin ningún deseo de más de lo mismo o de una repetición de ello, ello no le perjudicará a usted conduciéndole a posteriores nacimientos. Por el contrario, si usted lo disfruta con gran apego y desea naturalmente más de lo mismo, ello no podrá evitar conducir a más y más nacimientos”.
Ramana Maharshi

Volvamos a nuestra caja de cerillas. Llevemos más lejos nuestra demostración. Hasta aquí, la hemos golpeado, pero también podemos regarla y naturalmente la reacción (ser mojado) será de la misma naturaleza que la acción (echarle agua). Y ahora, si ponemos perfume cerca de la caja, esta se impregnara del perfume. Así pues: la reacción es de la misma naturaleza que la acción; puede ser invisi­ble a nuestros ojos, tener un carácter más sutil y adicionarse a otra reacción.
Así tenemos la confirmación del principio de la igualdad de la acción y de la reacción, de que hablaba Newton.
La ley de Karma nos muestra también nuestra interdependencia y nos permite comprender mejor la fraternidad. En efecto, nuestra vida esta constantemente afectada por los actos de otros seres humanos, igual que nuestro comportamiento actúa sobre ellos en tanto que individuos o comunidad.
Tomemos algunos ejemplos de la vida corriente. Son tan simples que su trascendencia podría pasar desapercibida.
· Un desconocido roba en unos almacenes y, naturalmente, el comerciante aumenta sus precios en un 5 °/o para compensar esta perdida. Cuando algunos comerciantes se aprovechan de alguna situación, política, económica o social para aumentar indebidamente sus precios, esto incita a los otros comerciantes a hacer lo mismo.
· Una banda de malhechores atemoriza un barrio, y es necesario reforzar la policía, con lo cual aumentan los impuestos.
· Un patrón explota a sus obreros o bien, sin tener expresamente esta intención, no se preocupa de sus posibilidades de vida. Se siguen de esto trastornos en los cuales todos participamos.
· Un obrero realiza mal su trabajo y el utensilio o la máquina que nosotros compramos es defectuosa.
· Un negligente arroja sobre la acera una piel de plátano o aceite y somos nosotros los que tropezamos o caemos.
· Yo mismo echo en la calle un billete de autobús, y otro deberá recogerlo para que la ciudad esté limpia, etc., etc.
Actuando en nombre de la comuni­dad, algunos parlamentarios, ayudados por la prensa, la radio y la T.V. decretarán unas leyes que modificarán nuestra vida o rebatirán otras leyes que la harán mejor o peor. Nos dirigirán, como a grupo social, a ayudar a los pobres, a aliviar las miserias, a desarrollar la instrucción y la higiene, a crear un orden nacional e internacional. A veces, también nos traerán la guerra, un nacionalismo a ultranza, el capitalismo, el nazismo o el fascismo, etc. Esto, lo mismo que nuestra participa­ción en la vida política o nuestro abstencionismo, engendrará reacciones.
Así pues, Karma colectivo, es decir, lazos con nuestra familia, nuestros amigos, nuestros compatriotas, que volveremos a hallar en una vida futura, tanto para el bien como para el mal, para lo mejor o para lo peor.

“Los aconteceres relevantes en la vida futura de un hombre, tales como su país, nacionalidad, familia, carrera o profesión, matrimonio, muerte, etc., están todos predestinados por su karma. Todo lo que este cuerpo tiene que hacer y todas las experiencias que tiene que pasar estaban ya decididas cuando vino a la existencia”.
Ramana Maharshi





A primera vista esto puede dar la impresión de un determinismo implacable. Nada de esto, porque tenemos la posibilidad de cambiar la dirección del curso de nuestra caja de cerillas o de interceptarla poniendo nuestra mano delante. En nuestra vida diaria, nuestro libre arbitrio nos permite anular algunas causas o crear otras nuevas. Una causa, sin embargo, no puede ser anulada más que por otra causa de igual fuerza y, dado que muchas reacciones no son ni simples ni débiles ya que son la concretización de muchos ac­tos, sentimientos, pensamientos repetidos sin cesar, buenos o malos, hay un cierto Karma que llega a madurar y que se hace inevitable. Algunos hábitos negativos por ej. negligencia, irritabilidad, falta de puntualidad, etc., contra los cuales jamás hemos reaccionado verdaderamente, forman parte de nosotros mismos y se convierten para nosotros, si no en Verdades, por lo menos en un estado de hechos aceptados que conllevaran Karma


Para emplear una imagen, diremos que nuestro pasado (nuestras vidas pasadas), nuestro Karma, nos ha dado el derecho a un cierto destino, sobre un cierto barco en el cual nos embarcamos cuando nacemos. Nos es difícil -pero no forzosamente imposible - a causa de nuestro pasado exceder los limites del navío (estos límites son nuestras capacidades físicas, intelectuales, artísticas, morales, etc.); pero sobre el navío tenemos todas las posibilidades de desarrollarnos, de comprender, de merecer otro billete.

EL KARMA EN EL CRISTIANISMO

Hasta hace muy pocos siglos las creencias en la Reencarnación y del Karma, eran absolutamente generalizados también en el Occidente europeo. Los mismos Evangelios proclaman la ley de Karma, sin emplear ésta palabra, claro está. He aquí algunos ejemplos:
Mateo V. 18: “Porque en verdad os digo: mientras no pasen el cielo y la tierra, no pasará de la Ley ni una i, ni un punto de la i que no sea realizado.”
Mateo VII.1,2: “No juzgues, para no ser juzgado, porque según el juicio con que juzguéis os juzgaran y según la medida con que midáis os medirán”. Esto significa, pues, reacción idéntica a la acción.
· Epístola a los Galatas VI.7,8: “No os equivoquéis, no podéis burlaros de Dios. Porque lo que sembréis, esto recogeréis. El que siembra en su carne recogerá de la carne la corrupción (Karma desagradable, físico). El que siembra en el espíritu, recogerá del espíritu la vida eterna (Kar­ma agradable, positivo, espiritual).
· Apocalipsis 11/23: “Yo daré a cada uno según sus obras”
Raramente se habla de estos versículos y, si se hace, es verdaderamente “de paso”. Raramente constituyen tema de conferencias o predicas, sino que se les cita solo como frases hechas: igual que se dice un refrán cualquiera, se dice: “recogerás los que has sembrado”, sin darse cuenta de la profundidad de este axioma y sus implicaciones.
Quizás debamos ver la causa de este poco caso que se les hace, en el hecho de que estos versículos no se concilian mucho con la doctrina de la redención por la sangre de Cristo. En efecto, si ya somos salvados por Jesús, dejamos de recoger lo que hemos sembrado. Por tanto, aquí hay una contradicción; y se elude el problema - esto lo decimos sin ningún pensamiento agresivo- haciendo el silencio. No obstante la religión cristiana (que está perdiendo influencia porque cada vez más el mundo sólo quiere creer a través de la comprensión) debería tener interés en exponer la verdad que conoce y confiar en la inteligencia de sus fieles.
Porque, con seguridad, estos versículos de que hemos hablado no pueden aplicarse más que si se admite la Reencarnación. En efecto, ¿cómo recoger en una vida lo que se ha sembrado poco tiempo antes de la muerte?.
En la parábola de los Talentos (Mateo 25.14.) que termina con esta frase: “Porque a todo hombre que tiene, se le dará, pero a aquel que no tiene, se le quitará incluso lo poco que tiene”. Todo hombre que reflexione no puede más que quedar perplejo, si no indignado, por este concepto. Pero en realidad, la parábola nos dice que el maestro ha dado respectivamente 5, 2 y 1 talentos, no sin ninguna razón, no al azar, sino “según las capacidades del servidor”, es decir, según lo que ha hecho en el pasado; los talentos eran la recolección del pasado. Karma.
Aquel que había recibido 5 talentos ha continuado en la misma vía en que se hallaba y ha merecido 5 talentos suplementarios; lo mismo aquel que tenia 2. Pero aquel que solo tenia 1 talento, que no había actuado en el pasado según la ley, se ha visto privado de su talento, porque no lo había hecho fructificar. Karma, sí, pero aquí Karma negativo. El maestro no era injusto. Ha dado, antes de partir, lo que cada uno había merecido en el pasado, y al volver ha distribuido lo que cada uno había mere­cido durante su ausencia.
Lo que más nos choca en la vida es la injusticia, el hecho de que no partimos del mismo punto, ni al mismo instante, el hecho de que los vehículos no tienen la misma potencia, que las carreteras son diferentes o, en otros términos, que nuestras aptitudes físicas, mentales, morales, nuestros dones, nuestros instrumentos, los medios, son diferentes.
Mientras usted se identifica con el cuerpo de esta manera usted es afectado por las consecuencias de las acciones, es decir, mientras usted se identifica con el cuerpo usted acumula karma bueno y malo.
Ramana Maharshi





Por suerte, la ley de la reencarnación atrae nuestra atención sobre el hecho de que cuando nuestro cuerpo físico esta destruido, persiste el Ego superior, divino, impersonal, al que también se le llama la individualidad, en oposición a la Personalidad. Es él quien registra todas nuestras vidas, de forma que todo se equilibra y se reajusta. Esta ley nos enseña la lección admirable de que “somos maestros de nuestro destino”, que todo sufrimiento o toda alegría sirve para la construcción de nuestra conciencia y que finalmente hay una justicia absoluta. Nos enseña también a analizar los acontecimientos de nuestra vida, a soportarlos, a transformarlos en felicidad, en dicha y en bendición.
La Ley de Karma tiene un aspecto mecánico, diremos, pero cuidado, por­que esta mecanicidad si permitís llamarlo así, se pone en marcha en la dirección que nosotros le damos con nues­tros actos, nuestros pensamientos, nues­tras emociones. Así pues, la causa es generada por nosotros.
Además dado nuestro estado de evolución (con perspicacia, el lector lo habrá ya comprendido de entrada): La ley no desempeñaría su papel si conservase integralmente esta mecanicidad.
El Karma contribuye a la evolución de la especie. A medida que el hombre evoluciona, que su razón se expande, su responsabilidad aumenta; esta es proporcional a su mente, a su capacidad de comprender y de actuar. Dicho de otro modo, poco a poco se le va dejando suelta la brida del libre arbitrio, de forma que: el aprendiz al que se encargaban los trabajos más elementales se convierte en el obrero que actúa de una forma independiente. En adelante toma en sus manos su propio destino.


MODIFICACIÓN, SUPRESION, SUBLIMACION DEL KARMA

Igual que un boxeador puede esquivar algunos golpes por una flexión de las piernas, igual que un judoka puede, aprendiendo a caer, no sufrir los efectos de la caída, igual que un jugador de ajedrez puede evitar un jaque desplazando una pieza, igual que un químico puede desintoxicar un gas: de la misma forma nosotros tenemos la posibilidad de corregir nuestro Karma. En efecto, - repitámoslo, este no tiene por finalidad castigar, si no educar. En cuanto ya hemos aprendido una lección, se hace innecesario.
Aquel que repara los efectos de una falta cometida, aquel que, por un esfuerzo constante, intenta mejorar, hacer el bien, purificarse, convertirse en fraternal, comprender, este mejora o retarda su Karma, y todo atraso es una oportunidad que se nos da para hacer la contra eficazmente, con el tiempo, a un Karma desagradable.
Tendríamos que ser muy ingenuos pa­ra creer que los diferentes reinos de la naturaleza se desarrollan sin ningún plan y sin seres para ponerlo en ejecución.
Nosotros mismos también colaboramos en el plan que ha sido trazado para el reino vegetal. Desarrollamos el nivel de conciencia de los vegetales al cultivar-los, al hacer rotación de los cultivos, al ayudarlos a crecer, etc. Igual en lo que concierne a los animales. De la misma forma, pensamos que seres que han llegado a la súper humanidad, nos guían y nos ayudan. Algunos de esos grandes seres -los señores del Karma- no dejan pasar para cada una de nuestras vidas más que aquello que podamos soportar y que puede ayudar a desarrollamos. Vigilan de alguna forma las compuertas del Karma.


NO HAY KARMA DEMÁSIADO PESADO


Dado que no éramos instruidos, dado que no habíamos hecho más que pocas experiencias, dado que aun estábamos más centrados en nosotros mismos que ahora, dado que nuestro egoísmo era de una amplitud difícil de describir, el balan­ce de algunas de nuestras encarnaciones ha sido muy deficitario. Teníamos en nuestro activo más actos, pensamientos y emociones malas que buenas. Sobre todo, también más de indiferencia y de no-cooperación. En este estado el hombre aun era primitivo, menos aguerrido moralmente, sin capacidad de resistencia y también limitado en sus recursos interiores. Infligirle de golpe todo el Karma ge­nera do por el mismo, equivaldría a destruirle. Pero, no lo repetiremos nunca demasiado, la ley tiene por finalidad educar y no destruir. Y esto puede tomar a veces formas y procedimientos extraños.
Un ej.: hemos hallado a una mujer que tenía mucho dinero, que era dotada, que era bonita y, como todo el mundo, nos preguntábamos por que era tan privilegiada. Pensábamos en el Karma diciendo que posiblemente había hecho mucho bien, que era una persona (aun-que no muy inteligente) si no de una alta espiritualidad, por lo menos particular-mente fraternal, buena hacia los anima­les, caritativa, que comprendía la natura­leza, etc., etc. Veíamos aquí una relación de causa a efecto.
Y nuestras conclusiones, a primera vis­ta, encuadraban bien con las teorías del Karma. Más tarde hemos podido conocer mejor a esta persona y entonces hemos comprendido algo diferente: nos hemos dado cuenta de que era un alma joven, frágil, a pesar de las apariencias, poco aguerrida, una hierbecilla que habría sido arrancada de cuajo al menor vientecillo y que jamás habría podido soportar quizás ni la décima o la centésima parte de las dificultades con las cuales casi todos nos hallamos constantemente.
Se trataba de una planta de invernadero y habría sido rota si hubiese sido puesta en pleno campo teniendo que soportar la tempestad. La menor dificultad, la me­nor contrariedad, el menor trabajo un poco penoso ya le era una gran carga y la llevaba al borde de la depresión. Tenia necesidad de un medio privilegiado y de condiciones “de favor” para vivir en nues­tro mundo; con esto comprendemos que el Karma no es una ley “ojo por ojo y diente por diente”, sino que es una ley de equilibrio, de justicia, que no actúa mecánicamente sino que es aplicada con sabiduría por aquellos a los que llamamos los Señores del Karma.
Es una ley psicológica; las circunstancias físicas no son más que instrumentos para alcanzar un fin no material.



Algunos lectores tendrán dificultades en comprender esta benignidad del Kar­ma. Sin duda aquella persona de que hablábamos tenía en su activo algunos ac­tos positivos que le ofrecían la posibilidad de evolucionar en el medio apropiado a su desarrollo.
Es probable que si se pidiese a una persona, al principio de su evolución, un esfuerzo exagerado, se obtendría un efecto contrario a aquel que se busca. Es por ello por lo que la reacción de algunos de nuestros actos o emociones, o sentimientos ha sido diferida.
Incluso actualmente hay mucha gente que crea más Karma malo que Karma bueno y que “pagan” menos de lo que deberían pagar en esta vida. Pero también estos tienen actualmente sobre sus hombros la carga máxima que pueden soportar.


REGISTRO DEL KARMA


A menudo se plantea la cuestión de sa­ber como se registra todo lo positivo y todo lo negativo de una vida.
Hay grandes “Ángeles” – espíritus- que durante to­do el día nos vigilan e inscriben en gran­des libros todos nuestros actos, buenos o malos, importantes o insignificantes, todos nuestros pensamientos incluso los más fugitivos.
Visualicemos este tema y veremos cuan infantil, inocente e inverosímil es esto, pero también lo útil que es el presentarlo así a las almas simples.
Respecto a nosotros, pensamos que el ser humano esta penetrado y rodeado de un campo vibratorio (el aura) en el cual se inscribe todo lo que hace, pero no en forma de un lenguaje físico, sino en for­ma de vibraciones.
Somos inconscientemente los propios escritores de nuestra existencia. Llevamos con nosotros nuestra propia contabilidad y no hay necesidad de compilar dossiers para saber lo que somos. Un clarividente, un verdadero clarividente, sabrá exactamente lo que valemos observando nuestra aura.
Citamos este problema de paso porque es muy complejo y se sale de nuestro te­ma.


LA ACTITUD FRENTE AL KARMA

Hay Karmas terribles, no obstante son siempre medidos, como acabo de decir, en función de la sensibilidad, del valor, de la salud, de la fuerza moral, etc. del interesado.
En nuestro estado, es preciso menos ligarse a las razones de nuestro Karma (que son múltiples), que a esta convicción yo diría a esta fe- de que somos capaces de soportarlo y que cesara, se atenuara, tomara otro aspecto, desde el momento en que tengamos la actitud jus­ta, es decir, cuando comprendamos que no hay injusticia y que cada recriminación, cada movimiento de rebelión, es una causa de nuevo Karma.
Hemos puesto en marcha, durante nuestro pasado, un péndulo que busca sin cesar el encontrar su punto de equilibrio, su estabilidad. En lugar de dejarlo actuar, o dicho de otra forma, en lugar de dejar que el Karma se borre, cada vez que nos llega, le damos más impulso con nuestros llantos, con nuestras imprecaciones, con nuestras rebeliones, con nues­tras venganzas, con nuestro odio, con nuestra falta de confianza, y también con nuestra ignorancia. Y esto puede perpetuarse casi indefinidamente. Es por esto que la evolución de la conciencia es tan lenta.
El mismo acontecimiento, produciéndose en un mismo momento, en unas mismas circunstancias, con una misma intensidad, podrá ser una catástrofe para nosotros, mientras que será acogido, sino con una sonrisa, al menos con serenidad, por un santo, por un héroe, por un sabio, un yogui o, simplemente por aquel que conoce la ley y se acuerda de ella.
Así pues es importante educarnos no­sotros mismos, tener la actitud justa, la plegaria justa, la meditación justa que son también actos de confianza.
Aquellos sobre los cuales se abate una gran desgracia entendiendo por esto una desgracia que perdure, irreversible — son a menudo seres de elite. Hay entre ellos algunos cuyo Ego, para poder servir mejor en el porvenir, para comprender mejor la vida, consiente en pasar por una gran prueba, acelerando así su evolución. No puede uno llegar a ser servidor verdaderamente eficiente de la humanidad mientras no haya agotado una gran parte de su Karma. Para comprender a los demás, es necesario haber pasado uno mismo por las alegrías y las pruebas que los otros sufren.
Estos seres de élite son un ejemplo magnífico para aquellos cuyo espíritu es abierto. En su calvario físico, pueden tener un paraíso moral o intelectual. También a menudo, tienen conciencia de realidades espirituales que se nos escapan. Raramente los más golpeados son los que se lamentan más.
Se reconoce que la ley es divina porque está llena de sabiduría. En nuestras primeras encarnaciones, no comprendíamos la finalidad de la vida y no se nos daba la elección de volver donde quisiéramos. Más tarde nuestro Ego puede elegir entre dos o tres posibilidades de reencarnación que se le presentan. Cuanto más mejoramos, más nuestra conciencia se hace universal, menos estamos atados a la materia, a dogmas, a opiniones estereotipadas, etc., más tenemos ocasión de ejercer nuestro libre albedrío y mayor es la elección que se nos da en el momento de nuestra reencarnación.

“Hay solamente dos vías para conquistar el destino o ser independiente de él. Una es indagar para quién es este destino y descubrir que solamente el ego está sujeto al destino y no el Sí mismo, y que el ego es no-existente. La otra vía es matar al ego sometiéndolo completamente al Señor, dándose cuenta de la total impotencia de uno y diciendo todo el tiempo, «No yo sino tú, oh Señor», abandonando todo sentido de «yo» y «mío» y dejando que el Señor haga lo que quiera con usted. La sumisión jamás puede considerarse como completa mientras el devoto quiere esto o aquello del Señor. La verdadera sumisión es amor de Dios por el amor mismo y nada más, ni siquiera por causa de la liberación. En otras palabras, para conquistar el destino es necesaria la completa desaparición del ego por medio de la indagación de sí mismo [atma-vichara] o por medio de la bhakti-marga”
Ramana Maharshi


Aun más adelante, el Ego decide ayudar a la humanidad y entonces renuncia a su elección y se reencarna allí donde será más útil, sin consideración de condiciones exteriores, de medios, etc.


UNA CONTABILIDAD FALSA



No hay seres humanos que hagan solo actos negativos o solo actos positivos y no podemos compensar unos por los otros y decir: si los positivos son más numerosos, iréis al cielo; si los negativos son más pesados, iréis al infierno. Esta es una contabilidad engañosa. No es educativa y algunos “listillos” astutos podrían ser tentados a hacer el bien, en sentido amplio de este termino, pero reservándose un cierto número de horas de desenfreno o deshonestidad, diciéndose que a fin de cuentas el balance será positivo. Nos gusta mucho la siguiente fábula que nos acerca bastante a la verdad: Un alma que esta visitando el cielo es conducida a una habitación donde cree ver una serie de manzanas secas y peras secas colgadas en hilera. El ángel que le acompaña le saca del error: “Lo que crees que son manzanas secas, (le dice riendo) son las orejas de los oyentes de las conferencias y los sermones que no han puesto en practica lo que se les ha enseñado. Solamente sus orejas han merecido el paraíso. En cuanto a lo que crees que son peras secas, son las lenguas de todos los oradores y conferenciantes que tienen por divisa “Haced lo que yo digo, pero no hagáis lo que hago”. Sola­mente sus lenguas han merecido el cielo “.


LOS ACTOS INSICNIFICANTES


Dos actos aparentemente idénticos sobre el piano físico, pueden ser muy diferentes desde el punto de vista de las emociones, de los sentimientos, del pensamiento y pueden, por tanto, tener también reacciones diferentes.
He aquí un ej. muy sencillo:
Una persona hace una limosna casi maquinalmente, otra la acompaña con un pensamiento de compasión (“pobre hombre”);
El tercero, con un pensamiento de enojo (“una vez más tengo que dar dinero”)
El cuarto, mira furtivamente si se le observa y dará o no dará.
El quinto tendrá quizás un sentimiento de odio (“este imbecil tendría que trabajar”)
El sexto se vanagloriará de haber dado 10 duros, pero solo ha dado dos.
El séptimo estudiará la posibilidad de encontrar un empleo al mendigo
El octavo ira a la iglesia y rezará por él
El noveno explicara que el mendigo es un borracho
El décimo estará tan preocupado con sus problemas que no verá al hombre que tiende la mano, etc.
Otro ejemplo puede ser un albañil que esta hablando de su trabajo. Podría decir:
“Estoy ganando dinero”, o puede decir: “Estoy poniendo ladrillos”
O, por otra parte, implicando otro Karma bien distinto, porque la intención profunda es de otro nivel, este mismo albañil que esta hablando de su trabajo puede decir.
“¡Estoy construyendo una catedral!”
Fijémonos en la sutilidad de todo esto
No nos asuste la idea de que el menor gesto, el menor pensamiento, la menor emoción, tienen una repercusión, porque esta repercusión es proporcionada. Un pensamiento fugitivo no tiene más que un efecto fugitivo, pero nuestros esfuerzos deben tender hacia un control de nuestros pensamientos, hacia una purifi­cación de nuestras emociones, hacia un embellecimiento de nuestros actos, hacia la impersonalidad.
Hace muchos años, para ir a mi casa, debía pasar por un jardín publico. El camino trazado era estético, pero no práctico para la gente que tenia prisa. Un buen día un caminante atravesó pasando por encima del césped. Después de su paso, dado que la hierba no era alta, no se veía prácticamente nada.. Al día siguiente, sin duda otra vez con prisas, el mismo caminante (u otro) volvió a pasar, pero, tras él —era medio día- otras personas siguieron por el mismo camino. Unas ocho semanas después el atajo tenia 80 cm. de ancho y no había ni una brizna de hierba en su trayecto.
Es el caso típico de la acción que aparentemente no tiene importancia, pero que influencia a los otros y que crea hábitos que generan Karma.
Otro ej.: Un automovilista tiene un placer morboso en rozar a los peatones cuando estos no van demasiado aprisa según su gusto. Todo ira bien quizás 50 veces, pero un día puede hallarse ante un cardiaco, ante una persona que tenga reflejos lentos, que se parara en lugar de acelerar, o que soltara su paraguas e instintivamente querrá cojerlo, etc. Y pue­de haber un accidente: El Karma le enseñara su lección. La victima, pagara probablemente también otro Karma anterior.
Pero bien seguro que hay casos muy diferentes: Una persona debe tomar un avión. No puede llegar al aeropuerto a tiempo porque en la carretera ha habido una aglomeración intempestiva y después se entera que el avión que debería to­mar se ha estrellado.
Hemos conocido a un Director de una fabrica de relojes, de edad mediana, que había sido varias veces victima de accidentes automovilísticos y laborales, y que en tres ocasiones viajando por el extranjero se hallo en trenes que tuvieron accidentes, que descarrilaron, sin haber tenido nunca el menor rasguño, ni la menor conmoción. Cada vez ha tenido ocasión de intervenir para ayudar a los otros. Y es probablemente su presencia de espíritu, su calma, su deseo de ayu­dar, que le han llevado a los puntos críticos.
Una pequeña mentira se piensa que no tiene importancia en si misma. Es cierto, pero mina la confianza que los otros tie­nen en vosotros y esto es más grave de lo que parece. Por otra parte, crea en nuestra mente una línea de menor resistencia, una mayor facilidad a mentir la segunda vez y de ahí él hábito de mentir o de faltar a la precisión. Esto nos pone en un ambiente de desconfianza, de artimaña, de imprecisión que nos impide tener un contacto más franco, más limpio, con tareas o con concepciones superiores.
La repetición de un acto insignificante en si mismo, puede, pues, tener repercusiones lejanas y persistentes. Para la formación de la conciencia nada hay insigni­ficante.
Es preciso ser prudente cuando se busca establecer la ligazón entre una causa y su efecto, y no ser dogmático (recordemos el caso de que hablábamos antes, sobre la mujer rica).

DIFERENCIA ENTRE LA LEY HUMANA Y LA LEY DIVINA (KARMA)


La ley humana tiene por finalidad protegernos contra los malhechores, los pillos, los negligentes, los primitivos a veces o, si lo preferís, nos protege contra los errores o las insuficiencias de nuestros hermanos. ;¿Cómo lo hace? La Fontaine nos ha dado la definición de esta ley en la tabula “Los animales enfermos de peste”. Dice: “según que seáis poderosos o miserables, los juicios de la corte os harán blancos o negros”. En cambio la ley divina tiene por fina­lidad, a través de numerosas reencarnaciones, el ensanchar nuestra conciencia, el permitirnos llegar a adquirir la estatura del hombre perfecto.
Tu cuerpo es tuyo, tu vida es tuya, tus pensamientos son tuyos, tus emociones, tus sentimientos son tuyos. . . PERO hay una ley, el Karma, que te dará la retribución justa de todo lo que tu haces y piensas. En el piano físico, toda nuestra vida es influenciada por la ley. El Doctor Henri Bouquet, en “Las influencias desconocidas”, dice que la constitución geológica y topográfica del suelo, el agua. la altitud, la presión barométrica, la humedad, el viento, las estaciones, la luz, los colores, el sueño, el ruido e incluso los campos magnéticos, o otros fenómenos extraterrestres, influyen sobre la salud del individuo. Marcel Boll ha explicado también que desde el punto de vista estrictamente científico, no podemos conocer con precisión ciertos seres unicelulares porque el simple hecho de dirigir sobre ellos un chorro de luz o un microscopio modifica y cambia su actitud.

AQUELLOS QUE SE ESFUERZAN EN NO CREAR MAL KARMA


Hay personas que se esfuerzan en no engendrar mal Karma. Ya es algo, pero solo lo hacen con la idea de no tener que sufrir una reacción negativa. Son a menudo los tibios, los inodoros, los incoloros, los insípidos, los invisibles que, en un proceso, afirman no haber visto nada, que huyen cuando hay un accidente del cual podrían ser testigos, que son ateos, cristianos o budistas, según el caso, y que, si pudieran, afirmarían ser negros o amarillos, según las circunstancias. Con los jóvenes, critican su generación y con sus condiscípulos critican la juventud. Se esfuerzan en “estar al día”; hacen su limosna (justo lo preciso) en la Iglesia pa­ra los leprosos. Su divisa es “para vivir feliz, vivamos escondidos”. Sobre todo no quieren comprometerse. Encarnación tras encarnación, tienen la misma actitud pasiva. En otros términos, no hacen las experiencias que deberían hacer y no progresan. Por paradójico que esto pueda parecer, esta actitud también crea reacciones, porque el Karma tiene una finalidad bien precisa: hacernos progresar, a un cierto ritmo mínimo. Si uno va demasiado len­to, viola este ritmo, y, por tanto, viene la reacción. Y es así que a menudo estas personas sufren bruscamente una prueba difícil que les hará salir de su “dolce farniente” y de su letargo. Esto les hará comprender que deben colaborar efectivamente con la evolución, con los medios puestos a su disposición.
Sabemos que la ley existe y que se aplica a todos los niveles. En efecto,
¿Que es la sociología sino el estudio de los fenómenos sociales de los grupos humanos, de su actividad, y de la reacción de esta actividad sobre otros grupos u otros individuos?
¿Que es la psicología sino el estudio científico de hechos psíquicos, de estados del alma, de caracteres, de comportamientos y de sus reacciones?
¿Que es el psicoanálisis sino, expresado brevemente, el estudio de las reac­ciones del subconsciente?
¿Que es la biología sino el examen de la vida, de los organismos, de su comportamiento y de sus reacciones?
Todas las ciencias examinan el por que y el cómo. Y tengamos en cuenta que el Karma no es nada más que el por que (examen del pasado) y el cómo (reaccio­nes sobre el porvenir).


LA CURACION ESPIRITUAL Y EL KARMA

A veces, uno se pregunta, como es posible conciliar la curación espiritual y el Karma y si en verdad vale la pena rezar o meditar por los enfermos.
Rezando y meditando, se emiten formas de pensamiento y vibraciones que pueden ayudar al enfermo en el sentido en que se le coloca en una atmósfera fa­vorable para la curación. Si el enfermo lo sabe o lo nota, esto contribuye a darle confianza y a colocarle en una atmósfera positiva. Pero si se parte de la idea de que todo sufrimiento y toda experiencia tiene una finalidad educativa y no represiva, se comprenderá que no es posible ni incluso deseable intervenir en el Karma de una persona. La oración y la meditación son, pues incontestablemente útiles, pero no curan por sí mismas.
Ambas ayudan al enfermo a ponerse en posición de curarse a sí mismo, oración y medita­ción deberían ir acompañadas de una enseñanza dada al enfermo especialmente sobre la reencarnación, el Karma, la sugestión, el pensamiento; de forma que el propio enfermo estudie la ley, que coopere, que tenga confianza en sí mismo, que domine su timidez, su desaliento, su agresividad, su introversión, que se con­centre en los demás más que en sí mismo, incontestablemente, algunos enfermos han sido aliviados o curados, por ejemplo después de haber estado en Lourdes. En este caso, el Karma del interesado (se trata de una proporción ínfima de peregrinos) había llegado a su punto final y la lección había sido aprendida. El viaje a los Pirineos había exigido un esfuerzo y la esperanza de curación había aun fortificado la fe y la voluntad del interesa­do. Con ello se había creado el ambiente y el clima psicológico adecuado para dar el último paso para vencer la enfermedad. Es lo que los cristianos denominan “la Gracia”. Pero si la causa de la enfermedad (mala nutrición, bebidas, tabaco, actos o pensamientos malos, negligencias etc.) no ha sido suprimida, habrá una recaída, a pesar de la oración.






También es preciso tener presente que determinados tipos de deterioro del cuerpo son irreversibles y que la vejez y la muerte son leyes de la naturaleza.


KARMA DE LAS NACIONES


Sería demasiado largo hablar aquí en detalle del Karma de las naciones. Sin embargo, bien podemos pensar que acontecimientos como la revolución francesa, la matanza de los Hugonotes, las guerras napoleónicas, las deportaciones a la Guayana, las conquistas de España, los tratamientos infligidos a los habitantes de los países conquistados, el colonialismo, la Inquisición, las grandes guerras, las deportaciones a Sibéria y a otras par­tes, la esclavitud, el apartheid, el nazismo, el fascismo, son hechos que no dejan de tener efectos colectivos.
Por otra parte, todos los esfuerzos que se hacen para instaurar la paz, para curar las enfermedades, para desarrollar medios de comunicación, para luchar contra el hambre, para proteger a los obreros, para mejorar las condiciones de vida, de estudio, de producción, la ONU, el BIT, la Cruz Roja, la OMS, etc., conllevan reacciones positivas en las naciones, para el conjunto de naciones.
Mencionemos de paso que muchas enfermedades tienen su origen en civilizaciones pasadas y que investigaciones clarividentes han podido descubrir el por que y el cómo de cánceres, de sífilis, de enfermedades del pecho, etc.
Se puede imaginar que todas las practicas de magia negra, todas las crueldades como las de Auschwitz, de Dachau, de África del Sur, de Vietnam, no van a quedar sin reacciones.
Cuando aparezcan, muchos dirán que no comprenden y blasfemaran.
Por otra parte cuando una nación hace grandes esfuerzos desde el punto de vista social, cuando sanea sus viviendas, mejora sus escuelas, da un tratamiento equitativo a sus trabajadores, favorece las artes, la cooperación internacional, la caridad y la beneficencia, atrae hacia ella almas desarrolladas como artistas, espiritualistas, etc.
Todo lo que hace es colocarse a un nivel de alto interés.
Salvo que no queramos formularnos preguntas, salvo que queramos creer en un Dios vindicativo, fantasioso, que cada medio segundo crea sin motivo a un blanco, un negro o un amarillo, un rico o un pobre, un adonis o un feo, un hombre o una mujer, un genio o un idiota, una persona sana o un enfermo, en un país o en otro, en un medio artístico y prospero o en un medio de miseria, etc. etc., es preciso admitir que las teorías de la reencarnación y del Karma son las más satisfactorias.


INVESTIGACIONES CLARIVIDENTES


Personas clarividentes, especialmente Geoffrey Hodson, han hecho investiga­ciones sobre Karmas particulares. En “La science de la voyance” (Editions Adyar, Paris), muestra en 6 casos el diagnóstico médico a indica inmediatamente después las razones kármicas de la enfermedad, descubiertas por clarividencia.
Son casos que hallamos relativamente a menudo. Compadecemos a los interesados y a su entorno. Constatamos, pero no comprendemos. Lo más grave es que no intentamos comprender.
Cuando examinamos los casos citados por G. Hodson, es preciso hacerlo teniendo siempre presentes las leyes de la reencarnación y también la de la Evolución, la cual se extiende a lo largo de millones de años.
Infortunadamente no es posible repetir todo lo que ya se ha dicho sobre este tema y es preciso que aquí condensemos. Hodson habla por ejemplo, del caso de una mujer joven de 21 años que tenia un tumor cerebral, que sufría extraños fenómenos visuales, la perdida del equilibrio, después la ceguera de un ojo y después del otro, después de un ataque de apoplejía, no ve, no oye, no puede andar.
Constataciones del clarividente: poco antes del tiempo de Cartago (1 siglo a. de J.C.) siendo un hombre, esta persona había sido obligada, por orden de un supe­rior, a quemar los ojos de prisioneros condenados a esta forma especial de castigo que era muy corriente en aquella época.
El Karma físico era mucho peor que el Karma moral y espiritual, porqué la per­sona en cuestión se rebelaba interiormente y no obedecía más que por miedo.
Y he aquí el caso de un niño examinado a la edad de 12 anos cuyo desarrollo mental era claramente subnormal, excepto en todo aquello que se refería a las plantas, los animales, la naturaleza. El niño tenia convulsiones nerviosas, dolores en las extremidades. Tenia un brazo encorvado, temblores y violentas sacudidas en las piernas y los brazos, un andar desfavorecido, levantaba un hombro, hablaba lentamente, tartamudeando, etc.
En una vida pasada, era pastor en unas montanas aisladas, y de ahí su propensión a amar la naturaleza. Un día en un acceso de cólera, hirió seriamente a un camarada arrojándolo desde lo alto de un acantilado. El mismo también era maltratado. Murió a la edad de 13 anos, y su karma por lo tanto, quedo limitado en el tiempo.
En su libro, Hodson examina también con bastante extensión la vida póstuma feliz de este niño, y las relaciones que tenía durante él sueño con sus padres.
Un caso de demencia precoz (un hombre de 18 años), un caso de dipsomanía (deseo violento y constante de beber) de un hombre de 40 años, un caso de un ni­ño de 13 años afecto de una enfermedad nerviosa y más tarde afecto de letargia, el caso de una mujer de 67 años enferma de un cáncer en la mejilla izquierda.
Las explicaciones del clarividente muestran sino todas, por lo menos algunas de las causas que han producido la enfermedad.
Quizás sea interesante decir aquí que según algunos, los excesos sexuales son la causa (o una de las causas) de la epilep­sia, que la crueldad según la forma en que se ejerce, acarrea la ceguera, el asma, la parálisis, que la burla del sufrimiento de los demás (en un caso preciso bajo el Imperio Romano) es causa de poliomielitis, etc.
Cayce nos dice, por ejemplo, que un dibujante satírico, que se burlaba constantemente de los homosexuales, fue el mismo homosexual en otra vida. También ha comprobado que una persona que sufría claustrofobia había quedado sepultado bajo los escombros de una casa en una vida precedente.
También deberíamos pensar en esta frase: Una risa cruel o palabras denigrantes pueden equivaler a un acto de agresión física.
Aquellos que estén interesados en el problema, no dejen de leer “De nombreuses demcures” (Experiences de Cay­ce) de Gina Cerminara. Ediciones Adyar, Paris. En esta obra se hallan las confirmaciones de lo que acabamos de resumir y múltiples ejemplos de karma de todo tipo, expuestos de forma simple y clara, de forma que la lectura de este libro es apasionante.


CONCLUSIONES


Queramos o no, hablando de Karma hemos tornado una cierta responsabilidad y sufriremos la reacción consecuente. Si hemos sido negligentes, si hemos carecido de claridad, si hemos hecho nacer en vosotros una idea falsa, etc., etc., esta reacción será negativa. De la misma for­ma, vosotros, por el solo hecho de leer este escrito, habéis contraído una responsabilidad respecto a vuestro Ego. Y ya no podéis actuar con la misma desenvoltura que antes si habéis comprendido lo que es Karma. No olvidemos nunca que nuestra vida se compone de muy pocos acontecimientos extraordinarios, de muy pocos acontecimientos sensacionales, sino que esta formada sobre todo por una multitud de pequeñas cosas. Acordémonos de la cajita de cerillas, del péndulo, del efecto de las pequeñas negligencias y de las pequeñas causas, del cuento de las orejas y las lenguas secas, de la contabilidad falsa, de la ley divina y de la ley humana.
EN LA PRACTICA, intentemos liberarnos de los sufrimientos a los que estamos expuestos, mediante el razonamiento, mediante un esfuerzo del pensamiento, mediante la devoción, el respeto en relación a todos los que nos rodean y en relación a todo lo que nos rodea.
Intentemos comprender las causas me­diante la aceptación de lo que nos llega, extinguiendo así’ el Karma malo en curso.
Intentemos no crear nuevo Karma, mediante un control preciso, constante, ayudado por la meditación.


Sri Ramana Maharshi aceptaba la validez de las leyes del karma, pero decía que eran aplicables solamente mientras una persona imaginaba que estaba separada del Sí mismo. En este nivel (el nivel del ajnani) decía que los individuos pasarán por una serie de actividades y experiencias pre-ordenadas, todas las cuales son las consecuencias de actos y pensamientos anteriores. Ocasionalmente decía inclusive que cada acto y experiencia en la vida de una persona se determina en el nacimiento y que la única libertad que se tiene es darse cuenta de que no hay nadie actuando ni nadie experimentando. Sin embargo, una vez que se realiza el Sí mismo no queda nadie para experimentar las consecuencias de las acciones y así toda la estructura de las leyes kármicas deviene entonces superflua.
Al principio quizás lo hagamos solo por miedo al sufrimiento pero poco a poco, comprenderemos la bendición que constituye el estar entre aquellos que conocen y que se esfuerzan en poner en practica lo que saben.
Intentemos comprender que la reacción sobre el niño es más fuerte que sobre el adulto y fijemos nuestra actitud en consecuencia.
El Karma es una fuerza y nosotros podemos dominarla, gracias a nuestros actos, nuestros pensamientos, nuestras emociones elevadas. Pero nadie puede actuar en lugar de nosotros. Si alguien toma una decisión en lugar nuestro, es él quien soporta el Karma.
Podemos hallar una ayuda no negligi­ble para modificar algunos estados de al­ma o predisposiciones y para atenuar o extinguir reacciones Kármicas en sugestiones verbales positivas, repetidas, sim­ples, tales como: “Yo soy bueno”, “Yo quiero ayudar a los otros”, “Yo quiero ser útil”, etc.
Ahora que conocemos la ley, nuestra responsabilidad se ha multiplicado por diez, pero recibiremos el céntuplo si nos tomamos el trabajo de aplicar lo que se nos ha enseñado. Esperemos no tener que exclamar, como Paúl Valery:
¡Si lo hubiera sabido!
¡Y, no obstante, lo sabía!
¡Pero la acción ha sido como sino
supiera!.



UNA PREGARIA

Teilhard de Chardin




I ara, Jesús, que amagat sota les potències del Món, ho heu esdevingut veritable i físicament tot per a mi; tot al meu voltant, tot en mi!… Us repetiré com el vostre servent els mots inflamats:

Senyor, tanqueu-me dins el més profund del vostre cor!. I quan m’hi tindreu, cremeu-me, purifiqueu-me, inflameu-me, sublimeu-me, fins a la perfecta satisfacció dels vostres gustos, fins a la perfecta anihilació de mi mateix!

Senyor!. Oh! Sí, per fi! Per fi he trobat algú a qui puc de tot cor donar aquest nom!. Mentre no he sabut o no he gosat veure en Vós, Jesús, sinó l’home de fa dos mil anys, el Moralista sublim, l’Amic, el Germà, el meu amor romania tímid i modest. Així, durant llarg temps, tot i creient, he vagat sense saber el que estimava… Però avui que per la manifestació dels poders sobrehumans… us transparenteu per a mi, Mestre, a través de tots els poders de la Terra, us reconec com el meu Sobirà i em lliuro deliciosament a Vós.


Al centre del vostre pit només veig una fornal; i com més miro aquest fornall, més em sembla que, tot al voltant, els contorns del vostre cor es fonen, que s’engrandeixen més enllà de tota mesura fins que sols distingeixo en Vós la figura d’un Món inflamat.

Crist Gloriós!, influència secretament difosa al sí de la matèria i centre enlluernador on tornen a lligar-se les innumerables fibres del múltiple… Vós que teniu el front de neu, els ulls de foc, els peus més guspirejants que l’or en fusió; Vós que amb les mans empresoneu les estrelles; Vós que sou el primer i el darrer, el viu, el mor i el ressuscitat; Vós que reuniu en la vostre unitat exuberant tots els encisos, tots els gustos, totes les forces, tots els estats; es a Vós que el meu ésser cridava amb un desig tan gran com l’Univers: Vós sou veritablement el meu Senyor i el meu Déu!.

Tanqueu-me en Vós, Senyor!

Que no es faci la meva sinó la vostre voluntat. Que la meva acceptació sigui cada vegada més total, més àmplia, més intensa!

Que el meu ésser es presenti cada vegada més obert, més transparent a la vostre influència!

I que així senti la vostre acció cada vegada més propera, la vostre presència més densa, per tot arreu al meu voltant!


Així sigui!


TEOLOGIA MÍSTICA

Pseudo Dionisio Aeropagita.


CAPÍTULO I. EN QUÉ CONSISTE LA DIVINA TINIEBLA

1.Trinidad supraesencial y más que divina y más que buena, maestra de la divina sabiduría cristiana, guíanos más allá del no saber y de la luz, hasta la cima más alta de las Escrituras místicas. Allí donde los misterios simples, absolutos e inmutables de la teología se revelan en las tinieblas más que luminosas del silencio. En medio de las más negras tinieblas fulgurantes de luz desbordan, absolutamente intangibles e invisibles, los misterios de hermosísimos fulgores que inundan nuestras inteligencias, que saben cerrar los ojos.

Ésta es mi oración. Timoteo, amigo mío, entregado por completo a la contemplación mística, renuncia a los sentidos, a las operaciones intelectuales, a todo lo sensible y a lo inteligible. Despójate de todas las cosas que son y aun de las que no son y elévate así, cuanto puedas, hasta unirte en el no saber con aquel que está más allá de todo ser y de todo saber. Porque por el libre, absoluto y puro apartamiento de ti mismo y de todas las cosas, arrojándolo todo y del todo, serás elevado en puro éxtasis hasta el Rayo de tinieblas de la divina Supraesencia.

2. Pero ten cuidado de que nada de esto llegue a oídos de no iniciados, aquellos que se apegan a los seres, que se imaginan que no hay nada más allá de lo que existe en la naturaleza física, individual. Piensan, además, que con su mística razón pueden conocer a aquel que “puso su tienda en las tinieblas”. Y si esos no alcanzan a comprender la iniciación a los divinos misterios, ¿qué decir de quienes son verdaderos profanos, de aquellos que describen la Causa suprema de todas las cosas por medio de los seres más bajos de la naturaleza y proclaman que nada es superior a los múltiples ídolos impíos que ellos mismos se fabrican?

En realidad, debemos afirmar que siendo Causa de todos los seres habrá de atribuírsele todo cuanto se diga de los seres, porque es supraesencial a todos. Esto no quiere decir que la negación contradiga a las afirmaciones, sino que por sí misma aquella Causa trasciende y es supraesencial a todas las cosas, anterior y superior a las privaciones, pues está más allá de cualquier afirmación o negación.

3. En ese sentido, pues, dice el divino Bartolomé que la teología es al mismo tiempo abundante y mínima, y que si el Evangelio es amplio y copioso, es también conciso. A mi parecer, ha comprendido perfectamente que la misericordiosa Causa de todas las cosas es elocuente y silenciosa, en realidad callada. No es racional ni inteligible, pues es supraesencial a todo ser. Verdaderamente se manifiesta sin velos sólo a aquellos que dejan a un lado los ritualismos de las cosas impuras y de las que son puras, a quienes sobrepasan las cimas de las más santas montañas. A los desprendidos de luces divinas, voces y palabras celestiales, y que se abisman en las Tinieblas donde, como dice la Escritura, tiene realmente su morada aquel que está más allá de todo ser.

No en vano el divino Moisés recibió órdenes de purifícarse primero y luego apartarse de los no purificados. Acabada la purificación, oyó las trompetas de múltiples sonidos y vio muchas luces de rayos fulgurantes. Ya separado de la muchedumbre y acompañado de los sacerdotes escogidos, llega a la cumbre de las ascensiones divinas. Pero todavía no encuentra al mismo Dios. Contempla no al Invisible, sino el lugar donde Él mora. Esto significa, creo yo, que las cosas más santas y sublimes percibidas por nuestros ojos e inteligencia no son las razones hipostáticas de los atributos que verdaderamente convienen a la presencia de aquel que todo lo trasciende. A través de ellas, sin embargo, se hace manifiesta su inimaginable presencia, al andar sobre las alturas de aquellas cúspides inteligibles de sus más santos lugares. Entonces, es cuando libre el espíritu, y despojado de todo cuanto ve y es visto, penetra (Moisés) en las misteriosas Tinieblas del no-saber. Allí, renunciado a todo lo que pueda la mente concebir, abismado totalmente en lo que no percibe ni comprende, se abandona por completo en aquel que está más allá de todo ser. Allí, sin pertenecerse a sí mismo ni a nadie, renunciando a todo conocimiento, queda unido por lo más noble de su ser con Aquel que escapa a todo conocimiento. Por lo mismo que nada conoce, entiende sobre toda inteligencia.

CAPÍTULO II. CÓMO DEBEMOS UNIRNOS Y ALABAR AL AUTOR DE TODAS LAS COSAS, QUE TODO LO TRASCIENDE

¡Ojalá podamos también nosotros penetrar en esta más que luminosa oscuridad! ¡Renunciemos a toda visión y conocimiento para ver y conocer lo invisible e incognoscible: a Aquel que está más allá de toda visión y conocimiento!

Porque ésta es la visión y conocimiento verdaderos: y por el hecho mismo de abandonar todo cuanto existe se celebra lo sobreesencial en modo sobreesencial. Así como los escultores esculpen las estatuas, quitando todo aquello que a modo de envoltura impide ver claramente la forma encubierta. Basta este simple despojo para que se manifieste la oculta y genuina belleza.

Conviene, pues, a mi entender, alabar la negación de modo muy diferente a la afirmación. Afirmar es ir poniendo cosas a partir de los principios, bajando por los medios y llegar hasta los últimos extremos. Por la negación, en cambio, es ir quitándolas desde los últimos extremos y subir a los principios. Quitamos todo aquello que impide conocer desnudamente al Incognoscible, conocido solamente a través de las cosas que lo envuelven.




CAPÍTULO III. QUÉ SE ENTIENDE POR TEOLOGÍA AFIRMATIVA Y TEOLOGÍA NEGATIVA

En mis “Representaciones teológicas” dejé ya claro cuáles sean las nociones más propias de la teología afirmativa (catafática); en qué sentido el Bien de naturaleza divina es Uno y Trino; cómo se entiende Paternidad y Filiación; qué significa la denominación divina del Espíritu; cómo estas cordiales luces de bondad han brotado del Bien inmaterial e indivisible y cómo al difundirse han permanecido en él todas unas en otras desde su coeterno fundamento. He hablado de Jesús, que siendo supraesencial se revistió sustancialmente de verdadera naturaleza humana. En las “Representaciones teológicas” alabé también otros misterios conforme a las Santas Escrituras.

En el “Tratado sobre los Nombres de Dios” he explicado en qué sentido decimos que Dios es el Bien, Ser, Vida, Sabiduría, Poder y todo cuanto pueda convenir a la naturaleza espiritual de Dios. En la “Teología simbólica” he tratado de las analogías que puedan tener con Dios los seres que nosotros observamos. He hablado de las cosas sensibles con relación a Él, de formas y figuras, de ministros, lugares sagrados y ornamentos; de lo que significan el enojo, las penas y los resentimientos; del sentido que en Él tienen las palabras de embriaguez y entusiasmo, juramentos, maldiciones, sueños y vigilias. Y de otras imágenes con las que simbólicamente nos representamos a Dios. Supongo habrás notado cómo los últimos libros son más extensos que los primeros, pues no era conveniente que las “Representaciones teológicas” y el “Tratado sobre los Nombres de Dios” fuesen tan amplios como la “Teología simbólica”. El hecho es que cuanto más alto volamos menos palabras necesitamos, porque lo inteligible se presenta cada vez más simplificado. Por tanto, ahora, a medida que nos adentramos en aquella Tiniebla que hay más allá de la inteligencia, llegamos a quedarnos no sólo cortos en palabras, sino más aún, en perfecto silencio y sin pensar en nada.

En aquellos escritos, el discurso procedía desde lo más alto a lo más bajo. Por aquel sendero descendente aumentaba el caudal de las ideas, que se multiplicaban a cada paso. Mas ahora que escalamos desde el suelo más bajo hasta la cumbre, cuanto más subimos más escasas se hacen las palabras. Al coronar la cima reina un completo silencio. Estamos unidos por completo al Inefable.

Te extrañas, quizá, de que partiendo de lo más alto por vía de afirmación comencemos ahora desde lo más bajo por vía de negación. La razón es ésta: cuando afirmamos algo de aquel a quien ninguna afirmación alcanza, necesitamos que se basen nuestros asertos en lo que esté próximo de Él. Mas ahora al hablar por vía de negación de aquel que trasciende toda negación se comienza por negarle las cualidades que le sean más lejanas. ¿No es cierto que es más conforme a la realidad afirmar que Dios es vida y bien que no aire o piedra? ¿No es verdad que Dios está más distante de ser embriaguez y enojo que de ser nombrado y entendido? Y en tal sentido es distinto decir que Dios no es “embriaguez ni enojo” a decir que Dios no es “palabra o pensamiento” nuestros. Pero fundamentalmente coinciden en el “no” con respecto a Dios. Por lo cual, éste es el camino más directo y sencillo y seguro para llegar a Dios o a la cima, camino de proficientes o perfectos, la Teología mística.

CAPÍTULO IV. QUE NO ES NADA SENSIBLE LA CAUSA TRASCENDENTE A LA REALIDAD SENSIBLE

Decimos, pues, que la Causa universal está por encima de todo lo creado. No carece de esencia, ni de vida, ni de razón, ni de inteligencia. No tiene cuerpo, ni figura, ni cualidad, ni cantidad, ni peso. No está en ningún lugar. Ni la vista ni el tacto la perciben. Ni siente ni la alcanzan los sentidos. No sufre desorden ni perturbación procedente de pasiones terrenas. Que los acontecimientos sensibles no la esclavizan ni la reducen a la impotencia. No necesita luz. No experimenta mutación, ni corrupción, ni decaimiento. No se le añade ser, ni haber, ni cosa alguna que caiga bajo el dominio de los sentidos.

CAPÍTULO V. QUE LA CAUSA SUPREMA DE TODO LO INTELIGIBLE NO ES ALGO INTELIGIBLE

En escala ascendente ahora añadimos que esta Causa no es alma ni inteligencia; no tiene imaginación, ni expresión, ni razón ni inteligencia. No es palabra por sí misma ni tampoco entendimiento. No podemos hablar de ella ni entenderla. No es número ni orden, ni magnitud ni pequeñez, ni igualdad ni semejanza, ni desemejanza. No es móvil ni inmóvil, ni descansa. No tiene potencia ni es poder. No es luz ni vive ni es vida. No es sustancia ni eternidad ni tiempo. No puede la inteligencia comprenderla, pues no es conocimiento ni verdad. No es reino, ni sabiduría, ni uno, ni unidad. No es divinidad, ni bondad, ni espíritu en el sentido que nosotros lo entendemos. No es filiación ni paternidad ni nada que nadie ni nosotros conozcamos. No es ninguna de las cosas que son ni de las que no son. Nadie la conoce tal cual es ni la Causa conoce a nadie en cuanto ser. No tiene razón, ni nombre, ni conocimiento. No es tinieblas ni luz, ni error ni verdad. Absolutamente nada se puede afirmar ni negar de ella.

Cuando negamos o afirmamos algo de cosas inferiores a la Causa suprema, nada le añadimos ni quitamos. Porque toda afirmación permanece más acá de la causa única y perfecta de todas las cosas, pues toda negación permanece más acá de la trascendencia de aquel que está simplemente despojado de todo y se sitúa más allá de todo.